Lo mas hermoso de viajar, es aprender del viaje, de lugares, de personas...
El camionero
se llamaba Pedro. Con una personalidad tosca y algo dura. Lo primero que nos
dijo fue “Deben conversar o si no se bajan, porque si no me aburro y me da sueño. ¿De
qué sirve llevar gente si no te hablan?”
Mi amiga
Cecilia se sentó a su lado (Por supuesto). Ella tiene esa personalidad risueña
y cordial que a mí me falta. Yo disfruto mucho de observar y el silencio y soy
reacia a conversar en ciertos momentos, ella puede hacerlo con una facilidad
que me parece casi envidiable. Casi digo, porque en realidad disfruto del
quedarnos callados y contemplar.
Muy
repentinamente Pedro se detuvo en medio de la carretera. Yo desconfié de
inmediato de eso. (Era mi primer mochileo desconfiaba de todo, cuando uno se va
a mochilear las personas siempre tienden a aconsejarte en base a sus miedos y
buscan las historias más escalofriantes para asegurarse de que seas precavida).
No describiré el sin fin de ideas que se me vinieron a la mente cuando se
detuvo tan de pronto. Pedro nos invitó a bajar del vehículo para que estiráramos
las piernas, al cabo de unos momentos decidimos bajarnos con Ceci. Fue ahí que
vimos al caminero Pedro de pie frente una nimita. Al acercarnos nos comenzó a
hablar sobre Pablito…
Historia de
Pablito.
“Era un 23 de Diciembre. Y por la carretera viajaba una caravana de siete camiones. Se comunicaban entre ellos por radio y así podían saber la ubicación de cada uno cuando se distanciaban demasiado.Dos de los camioneros venían escuchando una radio local. La estación interrumpió repentinamente su transmisión habitual para informar sobre un accidente que había ocurrido hace pocos momentos en un sitio por el cual acababan de pasar.Comenzaron a llamarse por radio para ver si estaban todos bien, sólo uno no contestó. Su nombre era Pablo Cruz. Se devolvieron rápidamente y ahí estaba. Era su camión, abrazado por las llamas.La pesada máquina se había estrellado contra la pasarela y automáticamente comenzó a incendiarse con Pablito dentro.”
Luego hacer
un brindis junto a Pedro y Pablito continuamos el camino ahora sin paradas hasta
la ciudad de Valdivia. Llegamos a las 20.30 y ya comenzaba a caer el sol.
Para
encontrar alojamiento debimos primero
obtener información turística en el terminal de buces. Por cosas del
destino nos encontramos con un chico de nuestra universidad y nuestra misma
carrera un “geteciano” como solemos llamarlos. Él, junto a sus dos compañeros
de viaje nos acompañaron hasta el terminal. Ahí conseguimos el número de un
hostal cercano llamado hostal Betty.
Fue lo más económico que logramos conseguir a esas horas y con desayuno
incluido. Aunque no creo que sea lo más barato pero la señora era muy amable. Veré
si encuentro el número y lo anotaré al final del artículo.
Estábamos
algo perdidas luego de salir del terminal, a pesar de que nos habían regalado
un mapa y teníamos la dirección y las indicaciones de cómo llegar, no estábamos
muy seguras de ir por el camino correcto.
Le preguntamos a un chico sobre la dirección y nos dijo que no era muy
lejos, pero que prefería acompañarnos hasta cierto punto porque era algo
peligroso que fuéramos solas a esas horas (ya debían ser como las 11 o 12 de la
noche).
Día 6
Aquí el
viaje se tornó muy expedito.Caminamos
hacia la carretera. En el camino fuimos recogidas una persona que nos llevó
hasta la entrada de Corral, caminamos un largo trecho a pleno sol y luego
fuimos recogidas por una pareja de artesanos ecuatorianos que se dirigían hasta
Paillaco a una feria artesanal que se había instalado en el lugar. Cruzamos un
puente mientras yo comía moras que iba recogiendo en el camino. Un santiaguino detuvo
su automóvil para recogernos y nos llevó hasta Puerto Varas. Él no era un
hombre muy sociable, la verdad es que parecía disfrutar del silencio, algo que
por contradictorio que parezca, me pareció algo incómodo, nos contó que siempre
hacía ese recorrido ya que trabajaba en ese lugar y luego nos habló un poco
sobre sus tiempos de mochilero. Dijo que las cosas eran más difíciles en esos
días ya que había menos autos así que casi todos los caminos debía hacerse a
pie, que eso sí era un verdadero mochileo.
Ya en Puerto
Varas nos encontramos con don Victor. Lo recuerdo muy bien, por sus azulados ojos
tristes.
Cuando
pienso en él, el corazón se me oprime, porque reconocía en su mirada la soledad
y la tristeza. Don Victor nos encontró en la carretera, ni siquiera fue
necesario hacer dedo, él simplemente paró y ofreció llevarnos. Nos dio un paseo
por Puerto Varas, incluso bajamos del auto para contemplar el lugar, nos
preguntó hacia donde deseábamos ir y le contamos que pretendíamos llegar ese mismo
día a Calbuco. Él dijo que nos llevaría hasta el lugar en donde podíamos tomar
los buces ( o Van) que nos llevaban hacia allá.
Él solo
quería pasear y conversar. ¿Me pregunto si él sabrá acaso que aún lo recuerdo?.
A veces la gente cree que está sola en este mundo. A lo largo de nuestras vidas
nos cruzamos con una gran cantidad de personas y en el momento menos pensado
sin tener que intentarlo si quiera, dejas una huella. La mirada triste de esa
persona dejó una huella en mí. Una interrogante de ¿por qué? Si es tan simple
ser feliz.
Bueno don
Victor sepa usted que aún recuerdo que nos llevó en su auto, y que nos dio un
recorrido por Puerto Varas. Aún recuerdo sus ojos y aún recuerdo el té que me
compró en la bencinera y la cajetilla de cigarros que nos regaló (ya no fumamos,
pero en ese momento se agradecía completamente). Sepa don Victor que tenía su
número guardado y que recuerdo que nos dijo que lo llamáramos de regreso. Íbamos
a hacerlo, pero no queríamos aprovecharnos de su hospitalidad y además las
circunstancias del camino hicieron que tampoco fuera necesario. Don Victor,
perdí su número porque soy un ser humano propenso a perder celulares pero aun
lo recuerdo a usted. Sepa que Ceci y yo hablamos de usted después de separarnos
y que sin decirle nada, le enviamos mucho amor y mucha felicidad a su corazón,
con nuestras mejores intenciones.
Victor nos
dejó en la carretera camino a Calbuco con la indicación de tomar el bus azul.
Prometió que si nos volvíamos a ver nos contaría muchas historias de brujos. Pues ya
sabrán los que son de este país, que yendo al sur es donde se dice está la
tierra de los brujos.
El bus a
Calbuco no tardó en pasar y muy pronto estuvimos llegando a la esquina de
Caracolito en la Garita, donde nos fueron a buscar.
¡La familia
de mi abuelito era muy simpática!, La gente del sur tiene fama de ser muy amable,
hospitalaria, amistosa y muy buena para comer y sí, así era. A penas llegamos
nos sirvieron un rico plato de mariscos (los más sabrosos que había probado en
mi vida) y las hamburguesas más grandes y deliciosas que he comido (o bien yo
podía tener mucha hambre, ahora soy vegetariana).
La feliz Tania y su café. |
Esto fue lo
que escribí en la libreta:
“Ahora disfruto una camita rica y suavecita y penas pienso en lo que escribo, tengo tanto sueño que no entiendo mucho de nada. Mañana llevaremos a Tania (la hija de la sobrina de mi abuelo) a la cafetería que hay en el pueblo. Buenas noches.”
“Ahora disfruto una camita rica y suavecita y penas pienso en lo que escribo, tengo tanto sueño que no entiendo mucho de nada. Mañana llevaremos a Tania (la hija de la sobrina de mi abuelo) a la cafetería que hay en el pueblo. Buenas noches.”
Día 7
Calbuco es
un pequeñito y tranquilo lugar, con gente simpática con la que puedes sentarte
durante horas a tener una muy agradable conversación. Tiene una linda vista
hacia el mar que por lo que leo es un archipiélago. No estuve mucho tiempo
recorriendo Calbuco ya que estando en ese lugar quise dedicar mi tiempo a
conocer a mi familia. Pero sí salimos a dar una vuelta corta con Tania, una
simpática y adorada pequeña de diez años la cual tenía el único deseo de tomar
un café, en la única cafetería que había en el lugar. Lo mínimo que podíamos
hacer después de habernos recibido así era salir con ella y mimarla. Tania fue
nuestra guía turística, y nos llevó a una feria de artesanía y nos dio un
recorrido por la costa. El clima a pesar de ser verano era cambiante y en
ocasiones se nublaba, se ponía frío y comenzaba a llover. También probamos un licor que es típico de la
zona. Licor de Murta o murtilla. Era delicioso, pero fuerte. A mí me afecto un
poco y tuve que irme a la cama a dormir.
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